25 marzo, 2016

Inti Hernández: sincronía de las posibilidades


Igual que hay un conjunto de obras que fundamentan la misteriosa necesidad humana de producir arte, en la biografía individual de cada artista hay trabajos que no sólo prefiguran su evolución ulterior sino que, más allá de eso, revelan la tremenda osadía psicológica de buscar sentido al contradictorio mundo que nos rodea. Por esa razón alguno de esos trabajos tiene el mérito de llegar a convertirse en eso que en la lengua alemana se denomina das Schlüsselwerk y que en español se traduciría como “la obra-llave”. Una herramienta indispensable que no sólo nos abre la puerta a la antesala de los aspectos formales en la obra de un artista, sino que también nos proporciona indicios inestimables a la hora de desentrañar los valores latentes y no representables de la misma.

A mi modo de ver, y teniendo en cuenta su trayectoria artística, hay un trabajo muy temprano de Inti Hernández cuyo nivel de profundidad conceptual nos hace pensar que reúne mucho de esa condición de obra-llave y, por tanto, debería ser considerado necesario para entender algunos mecanismos operativos de toda su producción posterior. Me refiero a la performance Cuando duermo sueño que vuelo (1998). Con este opus iniciático, resultado de su primer ejercicio como miembro de la tercera pragmática de René Francisco (para muchos Galería DUPP) Inti dio un vuelco radical a su obra al romper con la tesitura de todo lo que estaba haciendo hasta ese momento e iniciar una manera muy diferente de entender y producir arte.

La performance en cuestión, realizada en la sala Villena de los jardines de la UNEAC, consistía en una caja rectangular hecha de cartón para embalaje con la cual el artista había cubierto una considerable parte de su cuerpo. Iluminada en su interior por una bombilla de luz mortecina, la caja tenía dos orificios laterales de los que salían los brazos de Inti estirados en forma de alas y dos orificios traseros de los que salían las piernas dándole al conjunto la impresión de un artilugio volante. A su vez, la estructura de cartón estaba sostenida horizontalmente por dos viejas y roídas banquetas de madera rústica salpicadas de pintura, como esas que usan los pintores de caballete, que acentuaban la precaria ligereza y fragilidad de toda la estructura. El espectador curioso tenía la opción de acercarse y, a través de finas hendiduras realizadas en la parte anterior y posterior de la caja, otear en su interior el cuerpo desnudo de Inti o su rostro placentero flotando contra las ráfagas de aire que producía un ventilador casero situado enfrente de su cabeza.

Con el tiempo aquel trabajo, que entonces sólo parecía una mera transformación del hecho performativo en un objeto esculturado, se ha convertido en un referente necesario para entender la obsesión de Inti Hernández por revelar los vínculos invisibles de ese campo de ilusiones bipolares que tejen y tensan el fecundo mundo de las paradojas. Un territorio donde este artista ha encontrado importantes herramientas que, desde entonces hasta hoy, le han ayudado a insinuar en su trabajo eso que él mismo había vislumbrado en su diario de anotaciones de estudiante como la posibilidad de lo maravilloso o, dicho con sus palabras, la “sincronización de las disparidades”.

Significativo ha sido también para su trabajo el hecho de que paralelamente al proceso de gestación de Cuando duermo sueño que vuelo Inti Hernández se dio a la tarea de restaurar la fachada de la casa de su madre en Santa Clara. Imprevisiblemente, lo que había comenzado siendo un propósito básicamente familiar y privado terminó influyendo muchos aspectos esenciales de su praxis artística. (Parece como si al impulso de volar y desatar la imaginación romántica implícita en Cuando duermo… le hubiera sobrevenido, con el mismo vigor, la necesidad de lanzar el cable de la razón a tierra). Con lo cual, durante las diferentes fases de saneamiento de la fachada del hogar materno la enriquecedora experiencia del contacto diario con los transeúntes que se detenían frente a la casa a observar y comentar el trabajo que él, conjuntamente con su hermano, estaba realizando, suscitó un diálogo cuya poderosa energía estimuló a Inti a pensar y reformular la urgente necesidad de descongelar esa improductiva polaridad que en el contexto nacional cubano había adquirido la relación entre la iniciativa privada y el espacio público. 

Derivaciones de estas reflexiones son los trabajos agrupados bajo la serie Compartiendo la experiencia. Dentro de la que, a su vez, sería conveniente destacar aquí Propia iniciativa (2002 - 2011). Una obra de carácter accionista y procesual, en la que se verifica la significativa presencia de esa relación de pares, aparentemente opuestos, cuya dinámica dialógica ha dejado una marca distintiva en toda la obra de Hernández.

Como ya desde su título se infiere, Propia iniciativa es una acción de limpieza animada por una motivación personal. Lo cierto es que no se trata de una limpieza cualquiera, sino de una muy sui generis la cual Inti se ha propuesto continuar repitiendo cada vez que el tiempo y las condiciones así se lo permitan. Para ejecutarla utiliza plantillas inspiradas en el sobrio y pulcro diseño de las losas de su dormitorio y después, con la ayuda de éstas, lo reproduce sobre los pisos sucios y ennegrecidos del Paseo del Prado, la vía peatonal más popular de La Habana.

La íntima necesidad de hacer concordar lo que no concuerda lo mueve hacia una acción de limpieza y embellecimiento de un lugar público que desborda el ámbito de lo puramente estético y crea un espacio de intercambio entre el artista y los transeúntes. Dicho de otra manera, esta forma sutil de pensar e intervenir el espacio urbano exterior es una propuesta que supera su propio contenido, en tanto que desea provocar en el espectador una reflexión no sólo sobre el resultado, sino también sobre el valor y la utilidad práctica de ejecutar iniciativas personales que a la larga, de una manera u otra, aportan su granito de arena a la saludable idea del bienestar común.

Visto desde una perspectiva más conceptual, lo realmente útil de esta acción es que expresa con claridad lo necesario que es, en estos tiempos que corren, provocar un encuentro feliz entre pares de categorías convencionalmente aceptadas como opuestas y que, guiadas por una buena dosis de sentido común y  buenos propósitos, podrían ser desestresadas fecundamente generando con ello un diálogo armónico entre lo limpio y lo sucio, lo positivo y lo negativo, lo privado y lo público, lo que está afuera y lo que está adentro, entre el amigo y el enemigo.

Fiel a ese flujo de formas estéticas que apelan a la convergencia como programa para refutar la lógica improductiva de las dicotomías, en 2012 Inti Hernández fascinado por la atemporalidad del proyecto martiano decide interrogarlo y entenderlo no como la tesis histórica adormecida en su soledad, sino como un lugar vivo y tenaz capaz de renovar la idea del encuentro. A partir de aquí nace  Bancontodos, una pieza de carácter escultórico-funcional donde lo que importa no es la dualidad representada en los polos extremos del banco, sino la posibilidad de trascender sus diferencias. De ahí esa forma que nos propone, a la manera de un ocho acostado, arquetipo de la flexibilidad y el equilibrio y, acaso, una de las metáforas que mejor encarna esa sociedad que hace 121 años soñó Martí: “con todos y para el bien de todos”.

Sin ir más lejos, es el ardor de esa enseñanza martiana la que también subyace en la metodología de trabajo que marcó el espíritu y la gramática visual de Aparente, la primera exposición personal realizada por este artista para Villa Manuela en el mes de abril del año 2013.
Sería bueno añadir también que muy por el contrario a la tónica general, la obra de Inti no es de las que se monta en el carro de las narrativas destinadas a un espectador-lector enterado. Incluso cuando utiliza imágenes muy literales como en la serie Presencia (2008), o en sus libros de artista, el uso reiterado de líneas curvas, círculos concéntricos y referencias arquitectónicas provoca un efecto de fuga y extrañamiento que las desliteraliza.

Con todo lo abordado hasta aquí, no debería parecer desatinado afirmar que, vista en su totalidad, la obra de Inti Hernández está permeada de una suerte de idealismo pragmático. Aunque suene un poco paradójico en nuestros días eso de que un ideal sea práctico, no me puedo imaginar ahora otra manera de nombrar ese impulso interior, ese deseo fuerte o voluntad de conciliación, esa razonable necesidad de “sincronizar disparidades” que ya en su momento Ernst Bloch, filósofo de las utopías concretas, definió como “sincronía de lo no sincrónico”.

Esta idea que, en apariencia nos parece solamente vinculada a una noción absoluta de algo que sucede en los límites abstractos del tiempo, tiene también en la obra de Inti una no menos relevante conexión con la experiencia del espacio. Pero no del espacio físico en sí, sino del espacio como forma condicionada a su propia dinámica subjetiva y que la filosofía contemporánea a dado en llamar espacialidad.

Pensemos, por ejemplo, en Lugar de encuentro. Una serie cuyo sujeto dominante es el espacio, entendido como estructura abierta, que a su vez contiene otras estructuras espaciales diferentes pero que se complementan entre sí. Sin embargo, es un espacio que no tiene sentido sin la presencia del hombre. De ahí que, por lo tanto, adquiera el valor metafórico de paradigma o modelo de arquitectura social que expresa ya desde su base constitutiva la posibilidad del entendimiento mutuo y la coexistencia entre formas aparentemente irreconciliables. 

Al menos eso es lo que inferimos de obras como Entrelazando diferencias (2010). Allí, para nuestro asombro, el espacio objetivo se subordina al espacio mental y viceversa. De tal manera que las formas, tanto las subjetivas como las materiales, por más contradictorias que nos parezcan, terminan conectándose en un flujo de intercambio mutuo que nos devuelve otra vez a esa zona de esperanza y simultaneidad donde todo sueño es posible.

Juan Carlos Betancourt
Berlín, 26 de mayo y 2013

publicado en ArteCubano 1/2013

No hay comentarios: