13 abril, 2012

La Escuela de la Laguna en Frankfurt: siete aproximaciones personales al espacio pictórico


23. En lo camp ingenuo, o puro, el elemento esencial es la seriedad, una seriedad que fracasa. Desde luego, no toda seriedad que fracasa puede ser reivindicada como camp. Solo aquella que contiene la mezcla adecuada de lo exagerado, lo fantástico, lo apasionado y lo ingenuo.

Susan Sontag, Notas sobre lo Camp



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La gran invención de la pintura es el espacio pictórico: un lugar ilusorio que, paradójicamente determinado por convenciones racionales como la línea, el plano y el volumen, resume un largo camino de experiencia humana y proyección universal del conocimiento. Y de igual manera que este espacio refleja nuestra necesidad psicológica de protegernos de la inmensurabilidad cósmica que se abre sobre nuestras cabezas, es también un punto de fuga y deslocalización. Es el lugar donde el hombre contempla su grandeza, pero también sus conmovedores límites. Su eje central, figura-fondo-escena-representación, del cual depende la fuerza de penetración de la obra, fue puesto en crisis por las vanguardias artísticas del XIX. Pero un siglo más tarde la postmodernidad, con su radical degradación de los cánones pictóricos, festejó la aniquilación total de este incómodo lugar. Desde entonces la pintura pasó a ser el cadáver más exquisito de las grandes casas de subastas.

Estimulado por la incertidumbre y el supuesto agotamiento postmoderno de la pintura, tiene lugar a finales de los 90s en la Facultad de Arte de la Universidad de Tenerife un ejercicio teórico-práctico denominado “renacimiento del espacio pictórico”. De aquí surge lo que en el 2005 Ramón Salas bautizó como “Escuela de La Laguna”. Un proyecto académico que, negando la “muerte” de la pintura y el superficialismo postmoderno, se proponía recuperar el “significado” en la obra para “ganarle a la bidimensionalidad del cuadro —según Salas— un pequeño espacio para la ilusión, entendida a la vez como ficción y entusiasmo”[1].


Martin y Sicilia, vista de sala, Kunstraum Dreieich


Bajo estas premisas se formaron y desarrollaron artísticamente Alby Álamo, Francisco Castro, Martin y Sicilia, Ubay Murillo, José Otero y, más recientemente, Noelia Villena. Uno de los rasgos que distinguió el comienzo de esta escuela fue la utilización deliberada de la figuración narrativa como herramienta para un discurso crítico conceptualmente elaborado.

Unidos más que nada por algunos lugares comunes —el origen, los estudios, la desterritorialización y el autoexilio—, actualmente lo que más destaca en este heterogéneo grupo radicado en Berlín es la voluntad por liberarse y transgredir un modelo de concepción pictórica que, al no superar su propio marco referencial académico, choca de bruces contra la apabullante brutalidad del mercado.
Esta toma de conciencia autocrítica marca un punto de giro significativo en la evolución conceptual y la producción más reciente de estos siete artistas canarios. Para ellos el espacio pictórico no es una mera superficie de evocación. Es, ante todo, un espacio de motivación y reflexión inducida. José Otero y Martin & Sicilia, por ejemplo, se rebelan contra él. Otero, con un gran despliegue de recursos, dinamita sus frágiles bases desde el interior y Martin y Sicilia rompen descaradamente los límites bidimensionales del cuadro para invadir irónicamente la realidad del espectador y cuestionar su precaria posición dentro de ese otro espacio pictórico definido por normas civiles y códigos privados.

José Otero, vista de sala, Kunstraum Dreieich
Ubay Murillo, vista de sala, Kunstraum Dreieich

Ubay Murillo, por su parte, se ha propuesto desarticular el espacio pictórico socavando sistemáticamente algunas de sus leyes visuales como puede ser la que corresponde a la constelación figura-fondo. Para él el espacio pictórico es una figura en sí misma, “un lugar para ser y hacer ficción, para plantear dudas y preguntas, para darle matices a eso que se llama lo social". Su manera cuasi-abstracta de concebir el espacio pictórico provoca un nuevo orden figurativo que pone en tela de juicio la imagen pintada y sus referentes visuales. Sus figuras se confunden con el fondo estableciendo un estado de ánimo más bien transitorio entre el espectador y la obra.

Francisco Castro, vista de sala, Kunstraum Dreieich
A Francisco Castro le importa un bledo el espacio pictórico. Su mayor obsesión es explorar el estilo como fenómeno. Para ello somete la obra a un proceso de desarticulación o desmontaje que la despoja de todo artificio y la devuelve a su fundamento. Finalmente, la obra de Alby Alamo y Noelia Villena nos parece, a primera vista, la más sosegada y tranquila en sus resultados inmediatos. En ellos el espacio pictórico se utiliza como instrumento para sugerir la desaparecida diferencia que hay entre el mundo marco del deseo y el mundo enmarcado de la ficción.

Noelia Villena, vista de sala, Kunstraum Dreieich
Alby Alamo, vista de sala, Kunstraum Dreieich

Amparo Sard, vista de sala, Kunstraum Dreieich


En Amparo Sard, nuestra artista invitada, el espacio pictórico es ese frágil territorio del estupor. Un lugar donde se vive en estado permanente de coma y al que sólo se nos permite acceder mediante el sueño. En ese vasto y desconocido ámbito de la intimidad acontecen simultáneamente lo siniestro y lo bello. Por eso no sabremos nunca si estamos fuera o dentro, si somos los espectadores o parte de la representación, la víctima o el victimario. Es el espacio del entreacto que, como quería Breton, no es ni dinámico ni estático, sino más bien perturbador.

Más allá del reducido campo de la pintura, la obra de los artistas canarios aquí seleccionados son claves para pensar la nueva dirección hacia donde apuntan sus investigaciones y trabajos más recientes. Por esta razón, “Siete estrellas verdes: La Escuela de la Laguna” quiere mostrar al público de arte alemán, y en especial al de Frankfurt, el nivel de versatilidad, coherencia, solidez y profundidad conceptual con que están acostumbrados a operar estos siete jóvenes creadores.

El título de la exposición “siete estrellas verdes” —sin pretensión de ninguna índole — se refiere a un símbolo del independentismo canario que en este caso, más como guiño irónico y juguetón, sirve de metáfora a la voluntad de un grupo de artistas dispuestos a refutar ese destino manifiesto que sólo quiere ver en Canarias el balneario tropical de Europa.


Juan Carlos Betancourt

(Versión en español del texto de introducción al catálogo de la exposición "Siete estrellas verdes: La Escuela de La Laguna)

[1] Ramón Salas, Presentación, en: Renacimiento del espacio pictórico, La Laguna: Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, Cabildo Insular de Tenerife, 1997, p.11






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Die Schule von La Laguna in Frankfurt: Sieben persönliche Annäherungen an den Bildraum



23. Das wesentliche Element im naiven oder reinen Camp ist Ernsthaftigkeit, eine Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt. Natürlich kann nicht jede Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt, als Camp gerettet werden. Nur das, was die richtige Mischung von Übertreibung, Phantastik, Leidenschaftlichkeit und Naivität aufzuweisen hat.

Susan Sontag, Anmerkungen zu ‘Camp’, in: dies.: Kunst und Antikunst. 24 literarische Analysen, übers. von Mark W. Rien, Frankfurt/M. 1982, S. 331




Die große Erfindung der Malerei ist der Bildraum: ein illusorischer Ort - paradoxerweise ausschließlich aufgebaut mit Hilfe von Linie und Fläche -, der einen langen Weg menschlicher Erfahrung bezeugt und die universellen Projektionen unseres Bewusstseins wiederspiegelt. Er bildet unsere Wahrnehmung der räumlichen Ordnung ab sowie unser psychologisches Bedürfnis, uns zu schützen vor der Unermesslichkeit des Kosmos, die sich über uns entfaltet. Der Bildraum ist ein Ort, an dem der Mensch seine Größe, zugleich aber auch seine Begrenztheit erkennt. Die zentralen Elemente des Bildraumes - Figur, Grund, Bildfläche und Darstellung - von deren Zusammenspiel die Eindringlichkeit des Kunstwerks abhängt, gerieten durch die Künstler der Avantgarde des 19. Jahrhunderts in die Krise. Beinahe ein Jahrhundert später zelebrierte die Postmoderne mit ihrer radikalen Abschaffung der bis dahin geltenden Grundregeln der Malerei die vollständige Zerstörung dieses Bildraums. Seitdem ist die Malerei der cadavre exquis der großen Auktionshäuser geworden.

Angeregt durch die so entstandene Verunsicherung und die vermeintliche Erschöpfung der Malerei findet Ende der 90er Jahre in der Kunstfakultät der Universität von Teneriffa eine theoretisch-praktische Übung unter dem Titel „Renaissance des Bildraumes“ statt. Daraus entsteht, was Ramón Salas 2005 die „Schule von La Laguna“ taufte. Ein akademisches Projekt, das ungeachtet des „Todes“ der Malerei und der Oberflächlichkeit der Postmoderne es sich zum Ziel setzte, der Malerei die inhaltliche Bedeutung zurückzuerobern. Mit der Absicht, „der Zweidimensionalität des Bildes einen kleinen Raum für die Illusion abzugewinnen, die gleichzeitig Fiktion und Begeisterung ist“[1], wie Salas es formulierte.


Martin y Sicilia, Kunstraum Dreieich
Unter diesen Prämissen begann die künstlerische Entwicklung von Alby Álamo, Francisco Castro, Martin y Sicilia, Ubay Murillo, José Otero und neuerdings auch Noelia Villena. Ein Merkmal, das diese Schule am Anfang auszeichnete, war die gezielte Verwendung der erzählerischen Darstellung als Mittel für einen konzeptuell fundierten, kritischen Diskurs. Die heterogene Gruppe der in dieser Ausstellung gezeigten Künstler ist über ihre Herkunft und das gemeinsame Studium hinaus eng verbunden durch ihre Freundschaft, sowie die Tatsache, dass sie ihre Heimat verlassen und inzwischen in Berlin Wurzeln geschlagen haben. Heute sind die Arbeiten dieser Künstler vor allem geprägt durch den Willen zur eigenen, freien Entfaltung und zur Überwindung und zum Durchbrechen des trotz all ihrer Errungenschaften akademischen Kanons einer Malweise, der sie sich gleichwohl verpflichtet fühlen und die auf den ersten Blick gar nicht in unsere Zeit zu gehören scheint. 

Dieser Schritt zu einem selbstkritischen Bewusstsein bildet einen wichtigen Wendepunkt in der konzeptuellen Entwicklung und der neueren Produktion dieser sieben kanarischen Künstler. Für sie ist der Bildraum nicht mehr länger nur eine einfache Fläche der bildlichen Erfindung. Er ist vor allem ein Raum, der sie zur künstlerischen Forschung und zur bewussten Reflexion motiviert.

José Otero und Martin & Sicilia zum Beispiel rebellieren gegen den Bildraum. Ersterer sprengt unter Aufbietung all seiner malerischen Fähigkeiten dessen unsichere Basis von innen her, die beiden letztgenannten überschreiten dreist die Grenzen des zweidimensionalen Rahmens, um ironisch in die Realität des Betrachters einzudringen. Dadurch hinterfragen sie unsere prekäre Position innerhalb dieses anderen, durch die Gesetze der heutigen Gesellschaft definierten Bildraumes.

José Otero, Kunstraum Dreieich
Ubay Murillo, Kunstraum Dreieich
Ubay Murillo hat sich zum Ziel gesetzt, den Bildraum zu zergliedern und untergräbt hierbei systematisch einige seiner visuellen Gesetze wie etwa die Konstellation von Figur und Grund. Für ihn ist der Bildraum als solcher bereits eine Figur. Er ist „ein Ort, um Fiktion zu verkörpern und zu erzeugen, um Zweifel und Fragen aufzuzeigen, um ihm eine Nuance von dem zu geben, was man das Soziale nennt“. Seine quasi-abstrakte Art, den Bildraum zu konzipieren, bewirkt eine neue figurative Ordnung, die das gemalte Bild und seine visuellen Bezüge in Frage stellt. Seine Figuren vermischen sich mit dem Grund und bilden eine Art geistigen Übergangszustand zwischen Betrachter und Werk.


Francisco Castro, Kunstraum Dreieich
Francisco Castro interessiert sich kaum für den Bildraum. Seine große Leidenschaft ist es, den Stil als Phänomen zu ergründen. Dazu unterwirft er jedes seiner Bilder einem Prozess der Zerlegung oder Demontage, der ihm alles Illusorische nimmt und es auf seinen Ausgangspunkt zurückführt. Die Werke von Alby Alamo und Noelia Villena schließlich scheinen auf den ersten Blick die sanftesten und ruhigsten zu sein. Beide Künstler benutzen den Bildraum dazu, auf den abhanden gekommenen Unterschied zwischen den Sehnsüchten unserer alltäglichen Welt und der durch den Bildrahmen begrenzten Welt der Fiktion anzuspielen.


Noelia Villena, Kunstraum Dreieich
Amparo Sard, Kunstraum Dreieich
Bei Amparo Sard, unserer Gastkünstlerin, ist der Bildraum dieses fragile Gebiet der Benommenheit. Ein Ort, an dem man im andauernden Zustand des Komas lebt und zu dem wir nur durch unsere Träume Zugang haben. In diesem weiten und unbekannten Raum der Intimität geschieht gleichzeitig Unheimliches und Schönes. Deswegen werden wir niemals wissen, ob wir uns draußen oder drinnen befinden, ob wir Zuschauer oder Teil der Darstellung sind, Täter oder Opfer. Es ist der Raum der Zwischenakte, der – wie André Breton es wollte – weder dynamisch noch statisch ist, sondern vielmehr störend wirkt. 

Die hier ausgewählten Exponate der kanarischen Künstler sind Schlüsselwerke, um die neue Richtung zu reflektieren, in welche die Forschungen und Arbeiten dieser sich ständig weiter entwickelnden Künstler in der letzten Zeit weisen – auch über das klassische Feld der Malerei hinaus.

So möchte die Ausstellung „Sieben grüne Sterne: die Schule von La Laguna“ der kunstinteressierten Öffentlichkeit Deutschlands und insbesondere Frankfurts zeigen, auf welch hohem Niveau von Vielseitigkeit, innerer Schlüssigkeit und konzeptueller Tiefe diese sieben jungen Künstler zu arbeiten gewohnt sind. Die sieben grünen Sterne beziehen sich dabei auf ein Symbol der kanarischen Unabhängigkeitsbewegung, das sich diese Künstler – ohne sich zum Nationalismus zu bekennen – für diese Ausstellung aneignen. Sie tun dies mit einer ironischen Haltung, als Metapher ihres Willens, ihr scheinbar unabwendbares Schicksal, das in den Kanarischen Inseln lediglich den tropischen Badeort Europas sieht, zu wiederlegen.

Juan Carlos Betancourt








[1] Ramón Salas, Einleitung, in: Renaissance des Bildraumes, Teneriffa 1997, S. 11