23. En lo camp ingenuo, o puro, el elemento esencial es la seriedad, una seriedad que fracasa. Desde luego, no toda seriedad que fracasa puede ser reivindicada como camp. Solo aquella que contiene la mezcla adecuada de lo exagerado, lo fantástico, lo apasionado y lo ingenuo.
Susan Sontag, Notas sobre lo Camp
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La gran invención de la pintura es el espacio pictórico: un lugar ilusorio que, paradójicamente determinado por convenciones racionales como la línea, el plano y el volumen, resume un largo camino de experiencia humana y proyección universal del conocimiento. Y de igual manera que este espacio refleja nuestra necesidad psicológica de protegernos de la inmensurabilidad cósmica que se abre sobre nuestras cabezas, es también un punto de fuga y deslocalización. Es el lugar donde el hombre contempla su grandeza, pero también sus conmovedores límites. Su eje central, figura-fondo-escena-representación, del cual depende la fuerza de penetración de la obra, fue puesto en crisis por las vanguardias artísticas del XIX. Pero un siglo más tarde la postmodernidad, con su radical degradación de los cánones pictóricos, festejó la aniquilación total de este incómodo lugar. Desde entonces la pintura pasó a ser el cadáver más exquisito de las grandes casas de subastas.
Estimulado por la incertidumbre y el supuesto agotamiento postmoderno de la pintura, tiene lugar a finales de los 90s en la Facultad de Arte de la Universidad de Tenerife un ejercicio teórico-práctico denominado “renacimiento del espacio pictórico”. De aquí surge lo que en el 2005 Ramón Salas bautizó como “Escuela de La Laguna”. Un proyecto académico que, negando la “muerte” de la pintura y el superficialismo postmoderno, se proponía recuperar el “significado” en la obra para “ganarle a la bidimensionalidad del cuadro —según Salas— un pequeño espacio para la ilusión, entendida a la vez como ficción y entusiasmo”[1].
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José Otero, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
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Ubay Murillo, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
Ubay Murillo, por su parte, se ha propuesto desarticular el espacio pictórico socavando sistemáticamente algunas de sus leyes visuales como puede ser la que corresponde a la constelación figura-fondo. Para él el espacio pictórico es una figura en sí misma, “un lugar para ser y hacer ficción, para plantear dudas y preguntas, para darle matices a eso que se llama lo social". Su manera cuasi-abstracta de concebir el espacio pictórico provoca un nuevo orden figurativo que pone en tela de juicio la imagen pintada y sus referentes visuales. Sus figuras se confunden con el fondo estableciendo un estado de ánimo más bien transitorio entre el espectador y la obra.
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Francisco Castro, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
A Francisco Castro le importa un bledo el espacio pictórico. Su mayor obsesión es explorar el estilo como fenómeno. Para ello somete la obra a un proceso de desarticulación o desmontaje que la despoja de todo artificio y la devuelve a su fundamento. Finalmente, la obra de Alby Alamo y Noelia Villena nos parece, a primera vista, la más sosegada y tranquila en sus resultados inmediatos. En ellos el espacio pictórico se utiliza como instrumento para sugerir la desaparecida diferencia que hay entre el mundo marco del deseo y el mundo enmarcado de la ficción.
En Amparo Sard, nuestra artista invitada, el espacio pictórico es ese frágil territorio del estupor. Un lugar donde se vive en estado permanente de coma y al que sólo se nos permite acceder mediante el sueño. En ese vasto y desconocido ámbito de la intimidad acontecen simultáneamente lo siniestro y lo bello. Por eso no sabremos nunca si estamos fuera o dentro, si somos los espectadores o parte de la representación, la víctima o el victimario. Es el espacio del entreacto que, como quería Breton, no es ni dinámico ni estático, sino más bien perturbador.
Más allá del reducido campo de la pintura, la obra de los artistas canarios aquí seleccionados son claves para pensar la nueva dirección hacia donde apuntan sus investigaciones y trabajos más recientes. Por esta razón, “Siete estrellas verdes: La Escuela de la Laguna” quiere mostrar al público de arte alemán, y en especial al de Frankfurt, el nivel de versatilidad, coherencia, solidez y profundidad conceptual con que están acostumbrados a operar estos siete jóvenes creadores.
El título de la exposición “siete estrellas verdes” —sin pretensión de ninguna índole — se refiere a un símbolo del independentismo canario que en este caso, más como guiño irónico y juguetón, sirve de metáfora a la voluntad de un grupo de artistas dispuestos a refutar ese destino manifiesto que sólo quiere ver en Canarias el balneario tropical de Europa.
©Juan Carlos Betancourt
(Versión en español del texto de introducción al catálogo de la exposición "Siete estrellas verdes: La Escuela de La Laguna)
[1] Ramón Salas, Presentación, en: Renacimiento del espacio pictórico, La Laguna: Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, Cabildo Insular de Tenerife, 1997, p.11
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Noelia Villena, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
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Alby Alamo, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
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Amparo Sard, vista de sala, Kunstraum Dreieich |
En Amparo Sard, nuestra artista invitada, el espacio pictórico es ese frágil territorio del estupor. Un lugar donde se vive en estado permanente de coma y al que sólo se nos permite acceder mediante el sueño. En ese vasto y desconocido ámbito de la intimidad acontecen simultáneamente lo siniestro y lo bello. Por eso no sabremos nunca si estamos fuera o dentro, si somos los espectadores o parte de la representación, la víctima o el victimario. Es el espacio del entreacto que, como quería Breton, no es ni dinámico ni estático, sino más bien perturbador.
Más allá del reducido campo de la pintura, la obra de los artistas canarios aquí seleccionados son claves para pensar la nueva dirección hacia donde apuntan sus investigaciones y trabajos más recientes. Por esta razón, “Siete estrellas verdes: La Escuela de la Laguna” quiere mostrar al público de arte alemán, y en especial al de Frankfurt, el nivel de versatilidad, coherencia, solidez y profundidad conceptual con que están acostumbrados a operar estos siete jóvenes creadores.
El título de la exposición “siete estrellas verdes” —sin pretensión de ninguna índole — se refiere a un símbolo del independentismo canario que en este caso, más como guiño irónico y juguetón, sirve de metáfora a la voluntad de un grupo de artistas dispuestos a refutar ese destino manifiesto que sólo quiere ver en Canarias el balneario tropical de Europa.
©Juan Carlos Betancourt
(Versión en español del texto de introducción al catálogo de la exposición "Siete estrellas verdes: La Escuela de La Laguna)
[1] Ramón Salas, Presentación, en: Renacimiento del espacio pictórico, La Laguna: Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, Cabildo Insular de Tenerife, 1997, p.11
== Deutsch ==
Die Schule von La Laguna in Frankfurt: Sieben persönliche Annäherungen an den Bildraum
23. Das wesentliche Element im naiven oder reinen Camp ist Ernsthaftigkeit, eine Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt. Natürlich kann nicht jede Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt, als Camp gerettet werden. Nur das, was die richtige Mischung von Übertreibung, Phantastik, Leidenschaftlichkeit und Naivität aufzuweisen hat.
Susan Sontag, Anmerkungen zu ‘Camp’, in: dies.: Kunst und Antikunst. 24 literarische Analysen, übers. von Mark W. Rien, Frankfurt/M. 1982, S. 331
Die große Erfindung der Malerei ist der Bildraum: ein illusorischer Ort - paradoxerweise ausschließlich aufgebaut mit Hilfe von Linie und Fläche -, der einen langen Weg menschlicher Erfahrung bezeugt und die universellen Projektionen unseres Bewusstseins wiederspiegelt. Er bildet unsere Wahrnehmung der räumlichen Ordnung ab sowie unser psychologisches Bedürfnis, uns zu schützen vor der Unermesslichkeit des Kosmos, die sich über uns entfaltet. Der Bildraum ist ein Ort, an dem der Mensch seine Größe, zugleich aber auch seine Begrenztheit erkennt. Die zentralen Elemente des Bildraumes - Figur, Grund, Bildfläche und Darstellung - von deren Zusammenspiel die Eindringlichkeit des Kunstwerks abhängt, gerieten durch die Künstler der Avantgarde des 19. Jahrhunderts in die Krise. Beinahe ein Jahrhundert später zelebrierte die Postmoderne mit ihrer radikalen Abschaffung der bis dahin geltenden Grundregeln der Malerei die vollständige Zerstörung dieses Bildraums. Seitdem ist die Malerei der cadavre exquis der großen Auktionshäuser geworden.
Angeregt durch die so entstandene Verunsicherung und die vermeintliche Erschöpfung der Malerei findet Ende der 90er Jahre in der Kunstfakultät der Universität von Teneriffa eine theoretisch-praktische Übung unter dem Titel „Renaissance des Bildraumes“ statt. Daraus entsteht, was Ramón Salas 2005 die „Schule von La Laguna“ taufte. Ein akademisches Projekt, das ungeachtet des „Todes“ der Malerei und der Oberflächlichkeit der Postmoderne es sich zum Ziel setzte, der Malerei die inhaltliche Bedeutung zurückzuerobern. Mit der Absicht, „der Zweidimensionalität des Bildes einen kleinen Raum für die Illusion abzugewinnen, die gleichzeitig Fiktion und Begeisterung ist“[1], wie Salas es formulierte.
23. Das wesentliche Element im naiven oder reinen Camp ist Ernsthaftigkeit, eine Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt. Natürlich kann nicht jede Ernsthaftigkeit, die ihren Zweck verfehlt, als Camp gerettet werden. Nur das, was die richtige Mischung von Übertreibung, Phantastik, Leidenschaftlichkeit und Naivität aufzuweisen hat.
Susan Sontag, Anmerkungen zu ‘Camp’, in: dies.: Kunst und Antikunst. 24 literarische Analysen, übers. von Mark W. Rien, Frankfurt/M. 1982, S. 331
Die große Erfindung der Malerei ist der Bildraum: ein illusorischer Ort - paradoxerweise ausschließlich aufgebaut mit Hilfe von Linie und Fläche -, der einen langen Weg menschlicher Erfahrung bezeugt und die universellen Projektionen unseres Bewusstseins wiederspiegelt. Er bildet unsere Wahrnehmung der räumlichen Ordnung ab sowie unser psychologisches Bedürfnis, uns zu schützen vor der Unermesslichkeit des Kosmos, die sich über uns entfaltet. Der Bildraum ist ein Ort, an dem der Mensch seine Größe, zugleich aber auch seine Begrenztheit erkennt. Die zentralen Elemente des Bildraumes - Figur, Grund, Bildfläche und Darstellung - von deren Zusammenspiel die Eindringlichkeit des Kunstwerks abhängt, gerieten durch die Künstler der Avantgarde des 19. Jahrhunderts in die Krise. Beinahe ein Jahrhundert später zelebrierte die Postmoderne mit ihrer radikalen Abschaffung der bis dahin geltenden Grundregeln der Malerei die vollständige Zerstörung dieses Bildraums. Seitdem ist die Malerei der cadavre exquis der großen Auktionshäuser geworden.
Angeregt durch die so entstandene Verunsicherung und die vermeintliche Erschöpfung der Malerei findet Ende der 90er Jahre in der Kunstfakultät der Universität von Teneriffa eine theoretisch-praktische Übung unter dem Titel „Renaissance des Bildraumes“ statt. Daraus entsteht, was Ramón Salas 2005 die „Schule von La Laguna“ taufte. Ein akademisches Projekt, das ungeachtet des „Todes“ der Malerei und der Oberflächlichkeit der Postmoderne es sich zum Ziel setzte, der Malerei die inhaltliche Bedeutung zurückzuerobern. Mit der Absicht, „der Zweidimensionalität des Bildes einen kleinen Raum für die Illusion abzugewinnen, die gleichzeitig Fiktion und Begeisterung ist“[1], wie Salas es formulierte.
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Martin y Sicilia, Kunstraum Dreieich |
Dieser Schritt zu einem selbstkritischen Bewusstsein bildet einen wichtigen Wendepunkt in der konzeptuellen Entwicklung und der neueren Produktion dieser sieben kanarischen Künstler. Für sie ist der Bildraum nicht mehr länger nur eine einfache Fläche der bildlichen Erfindung. Er ist vor allem ein Raum, der sie zur künstlerischen Forschung und zur bewussten Reflexion motiviert.
José Otero und Martin & Sicilia zum Beispiel rebellieren gegen den Bildraum. Ersterer sprengt unter Aufbietung all seiner malerischen Fähigkeiten dessen unsichere Basis von innen her, die beiden letztgenannten überschreiten dreist die Grenzen des zweidimensionalen Rahmens, um ironisch in die Realität des Betrachters einzudringen. Dadurch hinterfragen sie unsere prekäre Position innerhalb dieses anderen, durch die Gesetze der heutigen Gesellschaft definierten Bildraumes.
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José Otero, Kunstraum Dreieich |
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Ubay Murillo, Kunstraum Dreieich |
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Francisco Castro, Kunstraum Dreieich |
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Noelia Villena, Kunstraum Dreieich |
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Amparo Sard, Kunstraum Dreieich |
Die hier ausgewählten Exponate der kanarischen Künstler sind Schlüsselwerke, um die neue Richtung zu reflektieren, in welche die Forschungen und Arbeiten dieser sich ständig weiter entwickelnden Künstler in der letzten Zeit weisen – auch über das klassische Feld der Malerei hinaus.
So möchte die Ausstellung „Sieben grüne Sterne: die Schule von La Laguna“ der kunstinteressierten Öffentlichkeit Deutschlands und insbesondere Frankfurts zeigen, auf welch hohem Niveau von Vielseitigkeit, innerer Schlüssigkeit und konzeptueller Tiefe diese sieben jungen Künstler zu arbeiten gewohnt sind. Die sieben grünen Sterne beziehen sich dabei auf ein Symbol der kanarischen Unabhängigkeitsbewegung, das sich diese Künstler – ohne sich zum Nationalismus zu bekennen – für diese Ausstellung aneignen. Sie tun dies mit einer ironischen Haltung, als Metapher ihres Willens, ihr scheinbar unabwendbares Schicksal, das in den Kanarischen Inseln lediglich den tropischen Badeort Europas sieht, zu wiederlegen.
©Juan Carlos Betancourt