01 octubre, 2006

El sistema instalativo-pictórico de Martín & Sicilia

 

© Fotos cortesía de Martín&Sicilia 2006 




Todo empezó hacia 1995 cuando eran estudiantes de tercer año. Por aquel entonces en la Facultad de Bellas Artes de La Laguna se padecía también el influjo de una corriente existencial carente de ideales y nuevas motivaciones. El siglo XX terminaba cargado de tanáticos pronósticos que anunciaban la muerte del sujeto, el fin de la Historia y los experimentos sociales. Con esos aires de luto se iba cerrando el duro y largo avatar de un complicado milenio. En medio de estas perspectivas sombrías, el propósito inicial de realizar una exposición con todos los estudiantes de tercero fue reemplazado por las tempranas decepciones y reiteradas auto-exclusiones de los miembros del grupo. El sueño estudiantil de autorreafirmación colectiva se disipó en la peligrosa estepa de las postergaciones. De manera que Javier Sicilia y José Arturo Martín resolvieron un cambio fundamental de circunstancias. Contaban con el inapreciable apoyo de un grupo de profesores que marcaron a toda una generación de artistas: Ramiro Carrillo, Ramón Salas, Emilia Martín Fierro, Manolo Cruz y Ernesto Valcarcel. Y como compartían los mismos presupuestos estéticos –Marcel Duchamp, Joseph Boys y toda la tradición del arte contemporáneo-, decidieron realizar su primer proyecto conjunto cuyo título, Nos ponemos por los suelos (1995), era una rara mezcla de hostilidad personal y capitulación posmoderna. La estrategia de esta exposición realizada en el Ateneo de La Laguna consistía, básicamente, en poner todas las obras a precio de supermercado. Siguiendo el espíritu burlón dadaísta, cada uno por su lado aportó una remesa de objetos- trompe' loil donde se autorretrataban y parodiaban, al mismo tiempo, el superfluo surtido de un almacén. A precios realmente módicos era posible adquirir desde un pequeño saco de la risa ilustrado con la cabeza de Jose imitando a un payaso, un CD con la foto de Javier recostado a un muro bajo el título “Waiting For My Dead”, hasta llaveros, colgantes, postales, cromos, o estampillas con las imágenes de ambos artistas. En un principio -declaran Javi y Jose- la idea de autorretratarse no era más que un manifiesto beligerante contra el vacío posmoderno y la falta de ideales de la época a la cual ellos contraponían sus biografías personales. Como no habían grandes ideales por los que luchar pensaban que un buen artista posmoderno tenía que ser capaz de inventarlos, supliendo las carencias utópicas con su propia vida y pasando, sin grandes esfuerzos, del lenguaje de los grandes relatos a la intensidad de las historias privadas. Esta exposición temprana en el Ateneo les brindó un estatus diferente en la escena local artística poco común en la vida de un estudiante. De ahí fueron invitados a participar en Figuraciones indígenas (1996), una exposición colectiva que agrupó la nueva promoción de pintores figurativos canarios. Para entonces se habían propuesto ser radicales con los estatutos académicos de la pintura ejecutando una sistemática desubstancialización de sus cánones. De esta forma anticipaban ya la estrategia conceptual donde se cifra la base de toda su producción posterior y la actual. Pensando en maniobras Als- Ob (el “como si” en la filosofía alemana de la percepción ficticia) de inspiración neokantiana, no será difícil entender el curso de la obra de estos dos jóvenes artistas emergentes. Su metodología representacional se basa en adoptar, “como si” fueran ciertos, los tópicos que nuestra tradición cultural pondera como incuestionables asumiendo, de igual manera, la experiencia de la realidad “como si” de una ficción se tratara. Esta operación la realizan, por un lado, a través de una sistemática y productiva confrontación entre nociones perceptivas de realidad y ficción y, por el otro lado, mediante la aplicación de conceptos de representación figurativa que rompen la apariencia convencional del plano bidimensional cerrado. Lo interesante de su sistema instalativo pictórico es que no imita la realidad sino los medios de su transformación utópica en una representación. Lo que para algunos críticos puede ser visto como un gesto paródico, en Martín & Sicilia alcanza, según mi parecer, la fuerza invisible de un proceso desubstancializador capaz de superar los órdenes de la apariencia (imitación, reproducción, parodia) y borrar la ontología de la realidad misma, en tanto que no la imitan sino que invierten los códigos de su representación al restituir las figuras a un plano real que al contacto de éstas pierde sus propiedades esenciales. Esta actitud, como vemos, no hace otra cosa que anular el origen mimético del realismo, forzando un acto, en el mejor sentido derridaiano, donde lo imitado no responde a su esencia. De ahí deducimos que la realidad no es la realidad ni tampoco su representación, sino un método constituido a base de artificios –composición, sujetos, poses, ejes visuales, etc.- que hacen posibles su ejecución en un plano pictórico que combina la realidad con la ficción. Una manera sutil e ingeniosa para insinuar lo que aún no se ha dado por hecho y, sin llegar a agotar el lenguaje, lo revitalizan y lo extienden proponiendo otros niveles de interpretación. Dicho de otra manera, las instalaciones de Martín & Sicilia no “pintan” la realidad sino que operan conceptualmente insertándose en ella reconfigurando nuestros hábitos perceptivos. Al llegar a este punto nos sobresaltan inquietantes vacilaciones: ¿pintura de la pintura?, ¿representación de la representación?, ¿simulacro? Si las respuestas nos condujeran por un sendero meramente formalista y ciego a las cuestiones sociopolíticas de nuestro tiempo, significa que hemos tomado el camino equivocado. Precisamente, otra de las características que destaca en la obra de Martín & Sicilia es la sutileza enunciativa y los diferentes niveles de lectura de sus contenidos. Es casi imposible contemplar una sola obra de este dúo artístico que no despierte en nosotros una mínima sospecha. Lo interesante de sus propuestas es que las soluciones al conflicto que formulan no se dirimen dentro de los límites de la obra sino, más bien, las tensiones remiten a un espacio que está afuera, creando un campo de intercambio y compenetración directo con el espectador. En este sentido, sus instalaciones pictóricas constituyen una estrategia de espacialización que intensifica los campos de fuerza que se crean espontáneamente en la relación obra-espectador. Al separar las figuras de su contexto utópico habitual, anulan el debate estético-formal entre figura y fondo y saltan del cuadro directamente al área de influencia del espectador provocando una dinámica diferente. De esta manera nos obligan a participar activamente en el hecho artístico, a ser la parte racional del mismo. Un breve examen de los contenidos de su obra instalativa nos ayudaría a pensar en la gramática visual de las mismas. Para empezar, encontramos que en la mayoría de ellas gravita, directa o indirectamente, la influencia de una amenaza latente que está a punto de materializarse en una incalculable fuerza exterior. Plan B, 2005, fotografía sobre foam, consiste de 9 figuras que apuntan con sus rifles hacia un lugar indeterminado aludiendo a esa nueva situación que a partir del 11.09 deslocalizó al “enemigo”, provocando más ansiedad doméstica y una psicosis de moda que nos hace sentir la presencia de una amenaza irracional en todas partes, incluso entre nosotros mismos. El viejo ardid para esgrimir y justificar la utilización de la fuerza bruta. Una buena razón que nos conduce a El brindis, 2005, acrílico sobre madera recortada en 8 figuras que conforman un pelotón militar de dudosa moral, cuya desfachatada postura revela el sentido oculto de las políticas que sustentan la razón instrumental del armamentismo y la guerra. Otro tema recurrente en sus instalaciones pictóricas es la emigración. Así en Los Turistas, 2005, acrílico sobre madera recortada, tenemos a dos “vacacionistas”, sospechosamente abarrotados de maletas, haciendo autostop a la espera de un alma caritativa que se haga cargo de su suerte. Una alegoría al miserable destino de esos inmigrantes que arrastran consigo el peso inmenso de una carga cultural a la que las sociedades del confort le dan la espalda, reaccionando cada vez con más suspicacia y paranoicas sospechas, como en Los vigilantes, 2006, acrílico sobre madera recortada, donde los niveles de desconfianza y control terminan por contaminar la rutina de la gente. De ahí que El combate, 2006, nos prevenga de ese absurdo descentramiento que pueda devenir en la psicosis general y la ceguera del todos contra todos. Cualquier espectador sensible se dará cuenta que estos temas, sin ser mencionados directamente, forman parte de la sutileza poética y visual de estos artistas. Desde el 2005 la producción de Martín & Sicilia está cada vez más impregnada de ese laboratorio artístico que se llama Berlín. Con la refrescante energía que les inspira esta ciudad urden y desarrollan sus nuevos proyectos consolidando una visión cada vez más cosmopolita del trabajo Y para los que quieran seguir más de cerca su trabajo, tendrán una buena oportunidad de verlos en el programa internacional de la galería Nina Menocal que incluye participaciones este año en el Art Forum Berlin y Scope, Londres. Con la Galería Ferrán Cano en Art Colon y Arco, así como otros compromisos con la Mackey Gallery de Huston, Texas. Contemporánea, nº 3, año 2006, pp.53-56.