25 octubre, 2005

Martín & Sicilia: High Season y la postutopía del turismo invertido



© Fotos cortesía de Martín&Sicilia


I. Entre otras trazas posibles de inquirir, debemos la producción y reproducción de imaginarios a un fructífero desencuentro entre dos amplias condiciones ontológicas: la exclusión y la búsqueda. En el imaginario genésico, el excluido del paraíso anhelaba y buscaba recuperar la condición ideal perdida. Sin embargo, en los tiempos actuales, cuando la condición de partida es la exclusión misma, el acto de buscar pierde su carácter regresivo y se transforma en un movimiento de auto-exclusión voluntario, ejecutado con el fin de propiciar una nueva condición ideal. Mutaciones de ese aún no resuelto desencuentro entre exclusión y búsqueda han sido el rumor entre generaciones, los viajes, la literatura o, más recientemente, la publicidad y sus entelequias mediáticas. Lo imaginado, como pantalla de proyección egocéntrica, es la otredad que aspiramos tocar. La distancia que nos separa de ella intensifica su misterio, propicia curiosidades, facilita utopías, desencadena búsquedas.

Para los habitantes de la Leistungsgesellschaft o sociedad del rendimiento, basada en la mecánica disciplinaria del capital y las faenas de los ciclos de producción continuos, buscar el paraíso o condición ideal de vida perdió el encanto colectivo de hacer las cosas a lo grande. Más bien pasó a convertirse en una aspiración individual minúscula, en un deseo pedestre asociado al paraíso concreto y efímero de las vacaciones, las ofertas turísticas, los paquetes y las excursiones, las temporadas y las estaciones. Los países a la carta, la playita tropical con cocoteros y el súper todo incluido, los parques temáticos y los reservados biosféricos, los wellness-centers y los centros climáticos… bien podrían formar parte de un inventario que tuviera como tema central el sentido postutópico de la búsqueda del bienestar.

Sin embargo, para la gran mayoría de los habitantes de los cada vez más extensos mundos periféricos, el vocablo “paraíso” tiene una connotación bien distinta. Es el nombre de un bar en Tijuana donde un grupo de emigrantes se junta para contratar a un coyote que los ayude a cruzar la frontera. O la agencia de viajes donde una pareja de ecuatorianos compran billetes simulando una luna de miel para viajar a Europa. O el nombre alegórico de una patera desafiando el estrecho de Gibraltar. Para estos sujetos, paradójicamente excluidos en la exclusión, la búsqueda implica un desplazamiento radical, donde el viaje de ida no implica, necesariamente, la vuelta. Practican una suerte de turismo a la inversa, oblicuo, trasgresor, que los otros no aceptan. Es por eso que procuran llegar en silencio a la hora en que nadie los ve y hacen como si siempre hubieran estado allí.

Esos visitantes inesperados que invaden los predios y amenazan la tranquilidad doméstica de la clase media primermundista, son el tema central de la primera exposición individual que Martin & Sicilia acaban de finalizar en Berlín. Bajo el título High Season, expusieron en la galería m:a contemporary sus más recientes indagaciones en el campo antropológico de la intimidad urbana.

Procedente de las Islas Canarias, este dúo artístico, inmigrante en Madrid y posinmigrante en Berlín, relata en esta exposición sutil y exquisita, el simulacro de la hospitalidad en las sociedades del bienestar. Una instalación, 4 lienzos de gran formato, 3 más pequeños y una fotografía conformaron la exhibición que inauguró el nuevo espacio de la m:a contemporary en la capital alemana. Óleos como The Troublemaker, 2004, 140 x 300 cm.; La visita inesperada, 2005, 140 x 260 cm. y Temporada alta, 2005, 130 x 250 cm. son buenos ejemplos del miedo psicológico que padece las sociedades occidentales frente a las irrupciones de baja intensidad con que los inmigrantes van invadiendo más y más sus ricas ciudades. El uso aquí del gran formato, poco habitual en el trabajo de estos artistas, contribuyó a resaltar el potencial expresivo de la temática expuesta.

Sin llegar a convertirse en un panfleto político de mal gusto, la agudeza de esta exposición está en la forma poco común de tratar una relación tan compleja como la que se vive entre el Norte y el Sur, entre los ricos de arriba y los pobres de abajo. Ahora bien, de ninguna manera podemos reducir el asunto central de esta exhibición a semejante polarismo. La perspicacia del arte político de Martín & Sicilia radica, precisamente, en que sus imágenes expresan la naturaleza del conflicto interior humano antes que la tematización directa del resultado nacido de dichos problemas. En esta exposición el foco central de algo tan general y abstracto como la rivalidad Norte - Sur, se desplaza concretamente a la tensión psicológica privada con que los ciudadanos de arriba experimentan la inevitable presión de los desplazados de abajo.

Citemos como ejemplo el óleo Temporada alta. Se trata de una habitación sobriamente diseñada con muebles Ikea, al gusto de jóvenes intelectuales de clase media europea. Las tres entradas de acceso a esta habitación han sido torpemente bloqueadas con tablones de madera. Los dos jóvenes se han “atrincherado” creando un refugio cool de lujo. A la defensiva y con desgano esperan o, ¿quizás vigilan?, a los posibles intrusos que amenazan invadir su único espacio de resguardo. Pero antes de que esto suceda, han tomado la precaución de establecer una barrera muy clara entre ellos y los otros que vienen o ya están dentro. El enigma de la situación nos deja en un estado de perplejidad y confusión. Lo más inquietante de toda esta autoprotección es que ambos jóvenes han reducido su radio de acción a una zona de la casa más bien sin vida o de poco uso doméstico. Se trata de un espacio de transición que bien podría ser en el que nos encontramos también nosotros como espectadores.

Este esquema ambiguo de representación, repetido con otras soluciones pictóricas en los demás trabajos expuestos, es una apertura al mundo objetivo de una juventud que consume pasivamente artículos producidos en condiciones de trabajo extremas. Baste recordar que de los 100 € que cuestan las zapatillas deportivas de marca que calza uno de los sujetos de Temporada alta, sólo 40 céntimos son destinados a la retribución del productor. Y que los muebles de Ikea que decoran la habitación donde pretenden refugiarse, no sólo son producidos con mano de obra barata, sino también con materiales sintéticos que contienen sustancias altamente tóxicas.

II. Ya se sabe que la comunidad más grande de turcos fuera de Turquía vive en Berlín. Algo parecido podría afirmarse de los asentamientos sudamericanos en Madrid. Sin embargo, estas fuertes presencias culturales siguen condenadas a las licencias más comunes de la exclusión: niñeras, criadas, asistentes, prostitutas, peones, chóferes, camareros, jardineros, basureros. Carne para engordar guetos: Kreuzberg en Berlín, Cuatro Caminos en Madrid.

Temporada alta para quién? Las claves para indagar en la respuesta adquieren un tono de sutileza als ob, del “como si” de la apariencia, muy a lo Martin & Sicilia. Las escenas relatadas en sus trabajos no siempre son lo que parecen. Sus pesquisas no se aferran a un solo punto de vista narrativo, sino que se mueven libremente asumiendo igual la posición del sujeto que observa como la del objeto observado. Quizás esto explique, en parte, el hecho de que ellos mismos siempre se auto-representan en sus trabajos. En la instalación Los turistas, por ejemplo, hecha de madera pintada con acrílico y dimensiones variables, Martín & Sicilia emergen como dos viajeros, rodeados de muchas maletas, que esperan inútilmente por alguien que pase a recogerlos. El exceso de equipaje convierte a estos dos sujetos en pasajeros de un tour sospechoso y, al mismo tiempo, encarna la metáfora del peso que arrastramos al emigrar y de la carga material que para los otros representamos.

A nivel formal esta instalación, hecha a escala humana, crea una interesante relación espacio-espectador que fractura nuestra experiencia perceptiva tradicional. Las figuras de los dos viajeros con maletas son recortadas de su marco pictórico referencial integrándose, en el ámbito de la galería, como un objeto más a nuestra realidad inmediata. Aparentemente las demarcaciones entre la ficción representada y el espectador se desvanecen. Con este recurso los autores nos comprometen no sólo visual, sino física y emocionalmente con el tema tratado. Al diluir las fronteras clásicas del espacio plano bidimensional, los viajeros de Martín & Sicilia penetran nuestro universo inmediato, dejándonos saber que cualquiera de nosotros podría ser esa caritativa persona por la que ellos esperan ser recogidos. Esta situación creada nos pone en la disyuntiva de aceptarlos o no, con lo cual apelan con su presencia, casi real, más al sustrato de nuestra responsabilidad que a cualquier justificación parcial de nuestra ignorancia.

Pasando al mundo interior de los dos inmigrantes-viajeros que esperan, encontramos allí dos historias personales marcadas por el peso psicológico de sus recuerdos, cargando con la memoria acumulada de todo lo que fueron, lo que tuvieron y tendrán que abandonar, con la eterna preocupación por lo que pudo haber sido y no fue. Dos individuos que se enfrentan, además, a la necesidad de comprender la nueva espacialidad a la cual someterán sus vidas, desafiando los inconvenientes de una realidad diferente, procurando sobrevivir como sea en un contexto ajeno, comunicarse en una lengua extraña, etc. Cada una de estas circunstancias se revelan simbólicamente en la instalación Los turistas asumiendo el contenido y la apariencia de las maletas, sus efectos personales más próximos. Es por eso que se han tenido que disfrazar de turistas, para disimular el exceso de equipaje y hacer menos llamativa su presencia.

De manera que ese monumental peso psicosociocultural, acentuado además por la falta de sensibilidad y representación política padecido por los inmigrantes en Europa, confiere a los “visitantes” furtivos de la High Season de Martin & Sicilia un estatus complejo. Su condición migratoria es vista como un pesado lastre que nadie quiere asumir, a pesar de que muchos se benefician de su mano de obra barata y las ganancias sin riesgos financieros que aportan. Para estos habitantes del subsuelo, hijos del contrabando y el estraperlo en las economías sumergidas, el paraíso sigue siendo otra forma de exclusión. Su motivación profunda confiere ahora al gesto de la búsqueda la forma de un correlato nihilista separado, radicalmente, del ámbito glorificador de los primeros imaginarios.

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